Shakespeare siempre decia : '' Yo siempre me siento feliz ¿sabes por qué? Porque no espero nada de nadie, esperar siempre duele, la vida es corta, por eso ama la vida.Sé feliz y sonrie siempre.Sólo vive para ti y recuerda : antes de hablar,escucha; antes de escribir, piensa;ates de herir, siente; antes de odiar, ama; antes de rendirte,inténtalo;antes de morir, vive."

viernes, 11 de noviembre de 2011

Si tu madre hubiera sido lo suficientemente valiente, te hubiera llamado por tu verdadero nombre: gilipollas.

Sí, me gustan. Me encantan las sorpresas.. las adoro; pero estoy de acuerdo, hay algunas que es mejor nunca recibir. La decepción también puede asociarse a las sorpresas, el dolor, los pinchazos ardientes y que escuecen de alguien que falla.. la ofensa, el engaño. No te las esperas, hay muchas que no. Por miles de pistas que te otorgaran o años que te concedieran jamás lograrías averiguar la gran parte de ellas. Y hasta cierto punto puede ser divertido, pero todo tiene sus límites, y sobrepasados esos límites la diversión borra sonrisas. 
El desconocimiento asusta, el no saber por donde agarrar algo te hace temblar, la intriga es traicionera y nos dibuja las peores opciones en nuestro subconsciente. O por el contrario las mejores, sobrepasando niveles de realidad y aproximándose más a lo ficticio de la ilusión. En cualquiera de los casos, pensar demasiado es malo.
Vamos, te gusta tanto como a mí recibir sorpresas, variar por un día la rutina o que te regalen segundos memorables y diferentes. Sorpresas con pequeños detalles o el mayor de los tesoros.  
¿Pero y si es mala? trágica, inimaginable.. todo puede suceder y hasta lo más bonito puede hacerse lamentablemente asqueroso. Tener que odiar a la persona que más has querido no es plato de buen gusto, pero hay que admitirlo, por más o por menos todos acaban fallando.

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