El desconocimiento asusta, el no saber por donde agarrar algo te hace temblar, la intriga es traicionera y nos dibuja las peores opciones en nuestro subconsciente. O por el contrario las mejores, sobrepasando niveles de realidad y aproximándose más a lo ficticio de la ilusión. En cualquiera de los casos, pensar demasiado es malo.
Vamos, te gusta tanto como a mí recibir sorpresas, variar por un día la rutina o que te regalen segundos memorables y diferentes. Sorpresas con pequeños detalles o el mayor de los tesoros.
¿Pero y si es mala? trágica, inimaginable.. todo puede suceder y hasta lo más bonito puede hacerse lamentablemente asqueroso. Tener que odiar a la persona que más has querido no es plato de buen gusto, pero hay que admitirlo, por más o por menos todos acaban fallando.
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